Síndrome de fragilida


Condiciones relacionadas con la edad, como pérdida de masa muscular y de peso, merma de la resistencia, disminución del equilibrio, reducción de la movilidad, disminución de la actividad y rendimiento somático más lento, ocurren con frecuencia en los ancianos. Una combinación de estos síntomas también puede marcar la aparición del síndrome de fragilidad. En años recientes, los investigadores y clínicos en medicina geriátrica se han esforzado por aislar los componentes de este síndrome y diferenciarlas de las causas naturales del envejecimiento. El síndrome de fragilidad se refiere al deterioro irreversible de una serie de sistemas fisiológicos que, cuando ocurren simultáneamente, incrementan la vulnerabilidad a cambios negativos bruscos en el estado de salud, después de un trauma físico o emocional aparentemente leve.

La prevalencia del síndrome de fragilidad es dos veces mayor en mujeres que en hombres. La prevalencia se incremente en ambos sexos después de los 65 años. El síndrome toma forma y evoluciona hacia una espiral descendente que declina dramáticamente la capacidad del cuerpo para resistir y recuperarse de las enfermedades o accidentes. Al mismo tiempo, debido al envejecimiento, los sistemas del cuerpo deben aumentar el consumo de las reservas fisiológicas para poder funcionar y recuperarse normalmente de enfermedades o accidentes.

A menudo, el ciclo de fragilidad empieza con deficiencias nutricionales prolongadas. Las personas no obtienen suficiente proteína, carbohidratos, vitaminas y minerales.  La mala nutrición conduce a bajos niveles de energía y a pérdida de peso no intencional, junto con deficiencias de micronutrientes necesarios para combatir enfermedades. La falta de energía conduce a la disminución de la actividad y a evitar el ejercicio.  Sin un ejercicio físico suficiente la masa muscular y la fuerza se deterioran, junto con las funciones cardiovasculares. Como resultado, la velocidad al caminar disminuye, la fuerza en las manos se deteriora, el equilibrio se ve comprometido, y la habilidad de realizar las tareas diarias de una vida independiente se desvanece.

Estas condiciones fomentan una mayor reducción en los niveles de actividad y la consiguiente reducción del gasto energético.  El apetito decrece aún cuando el estado de nutrición no sea adecuado.  Debido al progreso de esta espiral descendente,  la ocurrencia de una infección bacteriana menor, de estrés emocional, o hasta cambios en la medicación pueden conducir a complicaciones inesperadas.

El síndrome de fragilidad también se conoce como fragilidad musculoesquelética. El síndrome de fragilidad afecta tanto al sistema musculoesquelético como al no musculoesqulético. La palabra sarcopenia se refiere a la pérdida de masa muscular relacionada con la edad, y es el análogo muscular de la osteopenia, que es el adelgazamiento de los huesos. El origen del síndrome de fragilidad para los médicos está a menudo en la sarcopenia.

Las complicaciones asociadas a la etapa intermedia del síndrome de fragilidad incluyen caídas frecuentes debido a que el equilibrio se ve comprometido. Graves problemas articulares y algunos tipos de fracturas son comunes, especialmente en personas con osteoporosis.  Estas lesiones suelen tomar mucho tiempo para sanar, y su rehabilitación es con frecuencia incompleta, lo que lleva a un ciclo de fragilidad, discapacidad permanente e incluso mortalidad.  Factores de estrés psicológico y emocional en el ciclo de fragilidad pueden contribuir al decline de las funciones cognitivas, así como a la aparición de demencia.  La resistencia a la insulina es una complicación fisiológica adicional que se puede desarrollar.
Algunos científicos han empezado a utilizar el "criterio de fragilidad de Fried" para establecer si una persona tiene síndrome de fragilidad.  Los factores a considerar incluyen pérdida de peso, de fuerza de prensión, de velocidad de marcha, de los niveles de actividad física, y tendencia al agotamiento. Hasta ahora este criterio ha sido utilizado por la mayoría de epidemiólogos y no tanto por los médicos que tratan a los pacientes. No hay criterios que estén ampliamente aceptados para el diagnóstico del síndrome.

El síndrome de fragilidad afecta la calidad de vida. Las personas que lo padecen son más propensas a la depresión y a tener una percepción más pobre de su propia salud que las personas que no la padecen.

La comunidad médica no ha llegado a un consenso para el tratamiento del síndrome de fragilidad, ni siquiera hay un acuerdo en cómo deben ser tratados estos pacientes. Las medidas preventivas comúnmente recomendadas incluyen: (a) mantener una adecuada nutrición, (b) ejercicio frecuente y apropiado para la edad, (c) administración de las vacunas contra la gripe, y (d) seguimiento de las habilidades de la vida cotidiana y equilibrio. El ejercicio constante y estructurado es el único método de prevención que ha demostrado retrasar la progresión del síndrome.

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